LA TYCHÉ Y LO AUTOMATÓN EN PHYSUS B; 4, 5 Y 6 DE ARISTOTELES
Por Valetina Acosta

Aristóteles luego de haber indagado en Physis B, 3 sobre cuantas son las causas y de que modo son, se propone averiguar sobre otro género de causas, aquellas provenientes de tyché y automatón.
Aristóteles comenzará su indagación, con un método recurrente en la filosofía, y es el preguntar desde la opinión común, desde lo que se dice para luego analizar esto mismo que se dijo como opinión común, desde los antiguos. Para esto propondrá un método de indagación o esquema operativo “Hay que examinar, entonces:
- De que manera la suerte y la casualidad se encuentran entre las causas que hemos indicado.
- Si la suerte y la casualidad son lo mismo o son diferentes
- En general que es lo que son “(Aristóteles. Física B, 4, 196 b 33).
El primer argumento que presenta es el que niega su existencia y dice que nada proviene de la suerte y que todo cuanto decimos de suerte y casualidad, en realidad tiene una causa determinada.
Aristóteles presentará el ejemplo de alguien que va a la plaza y por “casualidad” se encuentra con un viejo deudor que le debía dinero, ninguno de las dos personas tenían como propósito encontrarse, Aristóteles dirá que para aquellos que consideran que nada proviene de la suerte, dicen que el que se hubiesen encontrado en la plaza, obedece a haber querido ir a la plaza por determinados asuntos o causas que no son la suerte propiamente.
Aristóteles reprochará a los antiguos sabios, por haber nombrado la suerte en los asuntos relacionados con la generación y corrupción, pero no haber dicho nada definitivo sobre esta.

En líneas siguientes Aristóteles parece que aún criticando ésta falta de los antiguos continuará perpetuándola y haciendo a un lado la pregunta por suerte y casualidad a su modo, como se verá en líneas siguientes.
Aristóteles dirá que “esto es sorprendente, pues muchas cosas llegan a ser y son debido a la suerte y a la casualidad” aunque, dirá más adelante; “cada una de ellas puede ser referida a una causa” (196 a 15) y de cierto modo es la razón misma la que buscará “causas” allí donde arbitrio de suerte y casualidad se encuentren, la razón en su arrogancia querrá comprenderlo todo y hallar un porque profundo, de aquellas cosas inexplicables, recuérdese el Aristóteles retrospectivo de sus últimos años.
“Cuanto más solitario y abandonado a mí mismo me he ido encontrado, me he vuelto más amigo del mito”[1] y “cuando preguntamos una y otra vez el porqué de las cosas siempre acabamos desembocando en un porque sí”[2]

Pero retornando a Physis y la argumentación presentada por Aristóteles, este dirá que “todos , [los antiguos] dicen que hay cosas que suceden fortuitamente y otras que no” (196 a 16).
Aristóteles en las líneas siguientes hará un conteo de las cosas dichas por los antiguos sobre suerte y casualidad, empezará con Empedocles, para el cual la ubicación del aire y las partes de los animales son un hecho fortuito , luego dirá que otros consideran que “este mundo y todos los mundos son producto de la casualidad” (196 a 25), y que el torbellino y el movimiento que separó las partes y estableció el actual orden de todo, son producto de la casualidad, y es sorprendente para Aristóteles que por un lado digan eso y por el otro digan que los animales y las plantas no son, ni se generaron fortuitamente; “sino que la causa es la naturaleza, o una inteligencia, o alguna otra semejante” (196 a 30).
Y continua inspeccionando lo que dicen los antiguos, con que según ellos, el cielo y las cosas más divinas se generaron por casualidad y que las causas no son las mismas que las que han generado a los animales y plantas.
Lo dicho por los antiguos es para Aristóteles un absurdo puesto que para este “es el cielo nada se genera por casualidad”, “mientras que en las cosas que, según ellos, no se producen fortuitamente muchas llegan a ser como si lo fueran” (196 a 2)
Para Aristóteles las cosas del cielo están en un perpetuo orden y equilibrio, nada allí es producto de la casualidad, todo está finamente fijado o obedece a una finalidad, tal vez a un determinismo, a un
divino, pero en el “ ” humano existe tal equilibrio, tal determinismo? Aristóteles concluirá el capítulo cuarto haciendo una recapitulación del propósito tratado a saber: si suerte y casualidad son lo mismo o sin son diferentes y que son en si mismas y de que modo se encuentran en las causas antes nombradas.
El capítulo quinto lo iniciará diciéndonos que aquellas cosas necesarias, que suceden siempre de la misma manera, no pertenecen ni a la suerte ni a la casualidad.
Aristóteles nos dirá que “algunas cosas suceden para algo, otras no” (196b 17) y este suceder para algo es por elección o sin esta, y la elección se da por el efecto de pensamiento o de la naturaleza, cuando ocurren de manera accidental se le atribuye a la suerte
una causa puede ser por sí, y en este caso es determinado o por accidente, indeterminado por suerte o casualidad según el decir.

Aristóteles dirá que la suerte es una causa accidental que concurre con las cosas que se hacen para algo y que son objeto de elección y que pensamiento y suerte se refieren a un mismo orden, puesto que no hay elección sin pensamiento, y, ¿acaso elegimos habitar esta tierra, tener tales padres, tener tales preferencias, etc, o tal vez estas cosas son producto de una finalidad oculta, remota, incomprensible para nosotros?.
Aristóteles considera que “las causas de lo que sucede como resultado de la suerte son, pues necesariamente indeterminadas” (197 a 8).
Que la suerte es algo indeterminado o inescrutable. Pero “en sentido estricto la suerte no es causa de nada” (197 a 14), un número ilimitado de cosas podría ser causa por accidente.
Aristóteles inicia el capítulo 6, haciendo una diferenciación entre suerte y casualidad: la casualidad es una noción más amplia, la suerte dirá, que se limita necesariamente a la actividad humana, una evidencia de ello es que la buena suerte se equipará a la felicidad, como actividad bien lograda.
La suerte se equipara con lo bueno, la mala con lo malo y bien y mal son nociones elaboradas por el pensamiento.
La casualidad no se limita únicamente al campo humano, también da encontramos en los demás animales y en las cosas inanimadas. Aristóteles considera que la casualidad es una causa externa, cuando no se logra aquello para lo cual se ha hecho algo, la “casualidad, como indica su nombre (automatón, tiene lugar cuando algo ocurre “es vano” (matén)” (197b 28), si “la causa de un resultado casual es externa, mientras que en la generación contra naturaleza es interna” este resultado casual externo, ¿a que tipo de leyes obedece?, a caso a las mismas de la finalidad de la naturaleza, si fuese así, no compromete esta casualidad la finalidad misma, su tendencia al bien o de pronto la casualidad actúa como compensación o equilibrio dentro de esta finalidad?
Aristóteles concluye el capítulo sexto diciéndonos que el modo en que se encuentran suerte y casualidad en las causas antes nombradas[3], lo son “en cuanto al modo en que son causas ambas lo son como aquello de donde comienza el movimiento, pues siempre son causas o de cosas que resultan por naturaleza o de cosas que resultan por el pensamiento” (198 a 2).
Aristóteles terminar diciendo que la naturaleza y la inteligencia, son causas por sí y por lo tanto anteriores a las causas accidentales y a suerte y casualidad. Pero, ¿Pero qué inteligencia y naturaleza son anteriores y no posteriores?
¿Por qué si? ¿no podrán ser inteligencia y naturaleza producto del azar? La existencia tiene más sentido si se considera inteligencia y naturaleza como anteriores, sería inaudito e incompresible que ese ente subyacente, Dios o eso ordenador nos hubiesecreado desde el azar.
APÉNDICE
Podemos hablar que el “conocimiento” de suerte y casualidad es un saber propio de la experiencia, que pueden existir expertos que saben el qué (que se le denomina fenómeno, acontecimiento, etc). Pero no el porqué de dicho fenómeno. Este “conocimiento” es el conocimiento meramente subjetivo, si lo pudiéramos llamar de algún modo.
Si bien este “conocimiento “ en parte se funda en lo que proporcionan los sentidos, hay un entendimiento (pensamiento) que elabora y le da significado a aquello que es suministrado por las sensaciones, quedando tal vez en el estatus de simples imaginaciones, pero esto se presenta no como potencia contingente sino como acto. En lo potencial hay un dominio del azar, puede ser o no puede ser, un pedazo de madera puede ser leña, otro árbol, una cama, un lápiz, etc. Si bien es el pensamiento o la naturaleza el que elige que va hacer en acto, hay casos en que la brecha de las posibilidades se presenta infinita, surge la pregunta; ¿Qué determina que aquello que fue en acto tal cosa sea en potencia esto y no aquello? la pregunta se aplica para aquellas cosas que no hay intervención de la omnipotente elección del hombre.
Siendo suerte y casualidad escibles (que puede o merece saberlo), nos colocan en un terreno enigmático, puesto que por un lado, merece saberse y por el otro no es posible saberlo. Puesto que perdería su naturaleza de singularidad esporádica e insólita. En lo azaroso y casual es difícil conocer con certeza un fin, puesto que este yace oculto.
Pero, ¿Se encuentran suerte y casualidad fuera de la verdad, entendida esta como aquello que se presenta como realidad exterior igual a todos los hombres?, o ¿es suerte y casualidad una mera invención subjetiva?
Suerte y casualidad pertenecen a los niveles primero y segundo del conocimiento[4] se perciben por medio de los sentidos hechos casualísticos y denominados buena o mala suerte, estos mismos serían experiencia, pero experiencia particular, no comunicable dado su origen sensible, la experiencia de suerte y casualidad efectivamente no puede ser ni comunicada, ni transmitida, ni mucho menos enseñada.
Suerte y casualidad se queda en el ámbito de los fenómenos, de la experiencia singularizada.
Suerte y casualidad ocupan un lugar “análogo” a lo más cognoscible en sentido absoluto, en cuanto el intelecto se percata de unos hechos suministrados por los sentidos, pero siéndole imposible o difícil conocer las causas, el intelecto tubo un pequeño luminaso, que lo hizo por instantes acercarse a lo más cognoscible en sentido absoluto, pero esto al parecer fue una simple ilusión, que marcó el gran abismo que lo devuelve a su estado original, el mero sentir, a lo cognoscible por los sentidos, a lo singular.
¿Son suerte y casualidad ajenas a lo necesario, están fuera de lo no- contingente?, si puede ser o no ser, no afectan estas a lo que es necesario y actúa según finalidad, que en últimas es pura actualidad, ¿están suerte y casualidad más allá de aquello que dirige la finalidad de las cosas o mejor de aquello que a la manera de un imán hacen hacer que las cosas tiendan hacía un fin (o el bien supremo)?.
[1] Ross, 668, citado por Xavier Zubiiri, cinco lecciones de filosofía, pag 56. alianza ed. Madrid 1985.
[2] Juan Arana. Anuario filosófico; “Física y metafísica del azar” vol 38 # 1, Pamplona- España. 1997
[3] Causa eficiente, C, material, C formal, C final
[4] 1. Sensación, 2 experiencia, 3 arte, 4 ciencia
